Cosas distintas que ver en Venecia: La Laguna

26 diciembre, 2013 - Redacción

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Venecia no se acaba nunca: Hay otra Venecia más allá del Duomo o el puente del Rialto, donde viven pescadores y el ritmo tradicional del tiempo parece haberse detenido.

 

Venecia no es solo una ciudad -la más bella del mundo para muchos-: es, también y sobre todo, una laguna. Lugar patrimonio de la Humanidad, a partir de los primeros asentamientos en las islas de Torcello, Iesolo y Malamocco, la ciudad que se convertiría con el paso de los siglos en uno de los mayores poderes de la Edad Media y el Renacimiento se desarrolló sucesivamente en 118 islas. Hoy, la laguna sigue sufriendo las subidas de las mareas, pero se están desarrollando buenas iniciativas para conocer mejor este frágil ecosistema, como son las rutas de pisciturismo. Hay dos itinerarios diferentes de pescaturismo: uno marítimo con el que conocer las “tegnùe” en el litoral del Lido de Venecia y visitar las instalaciones de bateas en el litoral del Cavallino Treporti, y otro lacustre, en la zona de Mazzorbo y Torcello, donde se practica la pesca de cangrejo, y en la zona de la ciénaga del Monte, donde se puede ver de cerca los criaderos de almejas y toda la avifauna lacustre. Y aunque Sant’Erasmo, Mazzorbo o Le Vignole Vecchie son los nombres más evocadores de algunas de las islas menos conocidas de la Laguna Norte de Venecia, las tres islas más famosas son Murano, Burano y Torcello.

 

 

Murano, la segunda isla más grande de la laguna, sería conocida incluso sin Venecia: es el hogar de la célebre artesanía de vidrio presente en hogares de todo el mundo. Hay docenas de fábricas y talleres dedicados al soplado del vidrio: tantos, que lo mejor para conocerlo todo sobre este arte centenario es visitar el Museo del Vetro (Abierto todos los días de noviembre a marzo de 10h a 17h. Entradas: 10€. ), en el precioso antiguo palacio de los obispos de Torcello, y que alberga una colección de más de cuatro mil piezas, en la que destacan frascos fenicios y una lámpara de araña de más de trescientos kilos de peso.

 

 

Las casas de colores de Burano son refugio de los pescadores más auténticos de la Laguna, de los pequeños armadores que mantienen su legado desde hace generaciones e, incluso, de grandes artistas, como el diseñador francés Phillip Starck. Artes de pesca, martilleo de las planchas de madera, fachadas de colores vivos: eso es Burano. Y para recuperar fuerzas, cualquiera de las tradicionales trattoria buranella que se asoman a la calle principal del pueblo, la vía Baldassare Galupi o de la piazza Galuppi, el centro neurálgico de Burano, sirve buen pescado fresco y los dulces tradicionales de la isla, el bussolá y el esse.

 

Enfrente de Burano, la isla abandonada de Torcello es el lugar donde cómenzó todo, el primer asentamiento fundado por los primeros pobladores de la laguna. Hoy, rodeado de maleza casi impenetrable, está el monumento más antiguo de la laguna, la basílica de Santa María Assunta, del siglo VII. Y no hay que olvidar que los propios venecianos suman a esta trinidad de “grandes” islas una más: la de San Michele, enfrente a la de Burano, y que alberga el cementerio más importante de la ciudad.

 

Muy a tener en cuenta es que para llegar a estas islas, el método de transporte es el vaporetto. Para ir a Murano, hay que tomar las líneas 41 y 42 en la estación de vaporettos de Ferrovia, y que además paran en San Michele. El vaporeto LN lleva a Burano desde la estación de Faro, y el de Torcello sale de la estación de Burano. ¡Buen viaje!

 

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