Se llama Snake Island y es una pequeña isla que se halla a unos 145 kilómetros de la costa de Santos, en el sur de Brasil. Aquí se concentra una cantidad elevadísima de las serpientes más venenosas del mundo. Es el único hábitat donde se pueden encontrar cerca de 2.000 ejemplares de la víbora cabeza de lanza dorada, de la familia Bothrops insularis.
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Es considerada una de las serpientes más peligrosas del mundo: su veneno puede matar a una persona en menos de una hora. De hecho, se trata de un veneno tan poderoso que los traficantes de animales pueden llegar a ganar hasta 30.000 dólares por un único ejemplar en el mercado negro.
Lo más curioso es que Snake Island, que posee una superficie de poco más de 430.000 metros cuadrados, parece un auténtico paraíso. Ubicada frente a la costa de Brasil, relativamente cerca de la megalópolis São Paulo, es también conocida como Ilha da Queimada Grande o Isla de las Cobras.
Debido a la presencia masiva de estos reptiles peligrosos, la isla es prácticamente desierta y no recibe a turistas. Durante años, el único habitante de Snake Island fue el guardián del faro. Un día desapareció. Los que ya visitaron esta isla aseguran que es posible avistar serpientes cada 15 minutos. Es como caminar por un campo de minas móviles, que pueden acabar con tu vida en muy poco tiempo.
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Algunos investigadores aseguran que el veneno de este reptil puede salvar la vida de muchas personas. De hecho, tiene un reconocido uso farmacéutico para tratar enfermedades del corazón y de la circulación.
Según la leyenda fueron los piratas los que llevaron las serpientes a la isla para proteger un tesoro inestimable. En realidad, todo apunta a que Queimada Grande comenzó a ser poblada por serpientes hace 11.000 años, cuando todavía formaba parte del continente. La proliferación de estas víboras se explicaría porque en Snake Island no se registra la presencia de ningún depredador natural.
Hoy el Gobierno de Brasil autoriza el acceso a la isla sólo con fines de investigación, para evitar peligros y malas sorpresas. La Armada brasileña se encarga de visitarla una vez por año para llevar a cabo las labores de mantenimiento del faro.
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