En el corazón del mar Mediterráneo, las Islas Baleares cuentan con un abanico de playas que abarca desde calas escondidas hasta extensas bahías de aguas cristalinas. Si bien muchas de sus playas son conocidas por la vida animada y el turismo masivo, hay rincones de calma y serenidad ideales para quienes buscan desconectar del bullicio. Ya sea que se trate de una escapada romántica o unas vacaciones en familia, estas islas tienen joyas costeras que invitan al sosiego.
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Menorca es, sin duda, la isla más tranquila de las Baleares. El ritmo de vida es más pausado, los paisajes están muy cuidados y muchas playas siguen tal cual, sin construcciones ni aglomeraciones. Es perfecta si buscas ese tipo de sitio donde parece que el tiempo se detiene.
Una de las más populares es Cala Macarella, en la costa sur. Arena blanca, aguas turquesas y rodeada de pinos. Un paraíso. Justo al lado, Cala Macarelleta es aún más pequeña y aislada, ideal si quieres aún más intimidad. El agua es tan clara que parece una piscina natural.
Ahora, si prefieres paisajes diferentes, tienes que ir a Cala Pregonda, al norte de la isla. Es más salvaje, con arena rojiza y rocas. El acceso no es el más fácil del mundo, pero vale la pena. Una de las formas más mágicas de sacarle el máximo partido es descubrir Menorca en un barco. Así puedes llegar a calas escondidas a las que no se puede ir caminando y disfrutar del mar en total libertad.
Mallorca tiene fama de ser la más turística de las islas, y con razón. Pero eso no significa que no tenga sus rincones tranquilos. Solo hay que alejarse un poco de las zonas más conocidas y explorar con calma.
Por ejemplo, Cala Tuent es una maravilla escondida en plena Serra de Tramuntana. Se trata de una cala rodeada de montañas, con aguas transparentes y poquísima gente.
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En el este, Cala Mitjana es otra perla poco conocida. Tiene acceso complicado, pero por eso mismo no está abarrotada. Es una playa virgen, con aguas muy limpias y rodeada de vegetación.
Y si te animas a caminar un rato, llegarás a Es Caragol, en el sur de la isla. No hay ni bares, ni sombrillas, ni nada. Solo tú, el mar y el cielo. Paz total.

Ibiza tiene esa fama de isla fiestera que a veces eclipsa su otro lado, el más natural y relajado. Pero si sabes dónde buscar, encuentras playas donde reina el silencio.
Una de las más tranquilas es Cala Llentrisca, al sur. No es fácil llegar, pero ese es precisamente su encanto. Cuando por fin pones el pie en su arena, sientes que el esfuerzo ha valido la pena.
En el norte, Cala d’en Serra está rodeada de acantilados y vegetación, y casi siempre hay muy poca gente. No hay chiringuitos ni música alta. Solo tú y el mar.
Formentera es la más pequeña de las islas principales, y también la que mejor mantiene ese aire de paraíso escondido.
Playa de Migjorn es enorme. Aunque haya gente, siempre puedes caminar un poco más y encontrar tu propio rincón sin nadie alrededor. Sus aguas son perfectas para un baño largo y relajado.
Y para terminar, Ses Platgetes, al norte de la isla. Son una serie de calitas pequeñas, algunas de arena, otras de roca, frecuentadas sobre todo por locales. Perfectas para pasar el día sin prisa, tomando el sol y nadando a tu ritmo.
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