El hombre que vive en un avión y gana dinero con ello

Se llama Ben Schlappig y su profesión es viajar. No es azafato ni piloto, pero se pasa la vida subido a un avión, donde trabaja, come, duerme, lee, ve películas o conversa con desconocidos. Muy de vez en cuando, se hospeda en hoteles de cinco estrellas.

Schlapping, originario de Nueva York, es un pirata del aire. Hace un año y medio viaja a diario y por el morro, aprovechando las grietas en los sistemas informáticos de las aerolíneas para conseguir vuelos gratis.

Pasa de medias seis horas por día en vuelos. Ya ha recorrido el mundo entero 16 veces, casi sin pagar por ello. En total, tiene más 600.000 kilómetros por año a cuestas. Además, ha convertido su pasión en un negocio rentable.

Desde pequeño apuntaba maneras. A los 13 años descubrió la web FlyerTalk, un foro donde se habla de las estrategias para poner a prueba la burocracia de las aerolíneas con el fin de conseguir volar a precios de ganga, e incluso gratis. Schlappig se volvió en poco tiempo un crack.

Hoy es un hobbyists que se conoce todos los trucos, uno de estos cerebritos de la informática que son capaces de programar sus propias piezas de software para rastrear fallos y tarifas erróneas en los sistemas de las aerolíneas.

Gracias al Manufactured Spending, consigue sacar el máximo partido a los programas de recompensas de las tarjetas de crédito asociadas a las aerolíneas. En práctica, acumula puntos por compras que, en realidad, no suponen un desembolso real de dinero.

También ha dedicado muchas horas a empollarse la letra pequeña de los programas de beneficios de las aerolíneas. Es más minucioso que un notario y más sagaz que un abogado. Sabe hallar cualquier resquicio legal que le permita obtener ventajas e incluso ganar dinero usando, por ejemplo, los programas de compensación para clientes insatisfechos.

Schlappig que cuenta con detalle su peculiar estilo modo de vida en su blog y en su cuenta de Instagram, eligió United Airlines como compañía de referencia. Se hizo con un montón de tarjetas de crédito y comenzó a jugar.

A principio volaba los fines de semana y en la mayoría de las ocasiones ni siquiera abandonaba los aeropuertos. Su hobby era volar, tomar un vuelo tras otro, tantos como fuese posible, para acumular millas.

En 2011 Schlappig, que hoy tiene 25 años, se graduó en marketing. Junto a su novio montó una consultora para asesorar a posibles clientes sobre la mejor manera de construir itinerarios de viaje con millas acumuladas. La demanda fue tal que la empresa se infló de dinero, literalmente.

Su relación se resintió por su alocado estilo de vida. Schlappig se separó de su socio y novio, y se convirtió en hobbyist profesional. En abril de 2014, se subió a un vuelo en el aeropuerto internacional de Seattle. Desde entonces no ha parado de volar.

Schlappig ya no tiene casa. Puede pasar varios días encadenando vuelos sin salir de los aeropuertos. Cuando lo hace, se queda en hoteles de lujo, que enseña en Instagram.

Este Willy Fog contemporáneo no ve la hora de parar. Tampoco lo necesita. Es joven, rico y lanzado. Es muy probable que se le ocurra una idea mejor entre una escala y otra.

 
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