5 secretos del modernismo de Barcelona

25 junio, 2015 - Jordi Pastor

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Los tesoros art nouveau de Barcelona van mucho más allá de la fachada de La Pedrera, la inconclusa Sagrada Familia o el dragón de la azotea de la Casa Batlló, trilogía imprescindible del maestro Antonio Gaudí para cualqiuer turista. Una ruta modernista por la ciudad catalana debe asomarse también a los edificios que se conservan y se consideran iniciadores del movimiento artístico y arquitectónico; a la llamada manzana de la discordia, en el Paseo de Gracia, o a cualquiera de las tiendas y comercios (farmacias, cafés, pastelerías o filatelias) que, en el entorno de La Rambla, conservan interiores y fachadas modernistas en perfecto estado.

 

1. El inicio
Un detalle en el que pocos reparan mientras se deleitan contemplando la emblemática fachada de La Pedrera, esto es, la Casa Milà, de Gaudí. El Modernismo catalán nació, en realidad, entre 1880 y 1885, periodo en el que la construcción de cinco edificios concretos se considera el origen del movimiento arquitectónico más representativo de Barcelona, aunque no todos se encuentren en la ciudad. Son la Casa Vicens, de Gaudí; el museo biblioteca Víctor Balaguer, de Granell i Mundet, en Vilanova i la Geltrú; la Academia de Ciencias, de Domènech i Estapà; las desaparecidas Indústries d’Art de Francesc Vidal, realizado por Josep Vilaseca y la Editorial Montaner i Simón, actual Fundación Tàpies, proyectada por Lluís Domènech i Montaner.

 

Casa Vicens, de Gaudí. / Foto: Thierry llansades

 

2. La manzana de la discordia
Así se le llama a un tramo del barcelonés Paseo de Gracia que, en apenas una manzana, concentra cinco referentes del art nouveau catalán de cinco destacados autores modernitas diferentes: la Casa Lleó Morera, de Domènech i Montaner; la Casa Mulleras, de Enric Sagnier; la Casa Bonet, de Marcel·lià Coquillat; la rehabilitada Casa Amatller, de Puig i Cadafalch, y, por último, la Casa Batlló, de un Antoni Gaudí en estado de gracia, como la calle. La perfecta unión de diseño, arte y funcionalidad elevan el conjunto a categoría de obra maestra, como demuestran las ventanas de madera de la gran tribuna, sin jambas ni montantes, que se accionan mediante un sistema de contrapesos que permiten elevar las cristaleras completamente y abrir una panorámica limpia del paseo a todo el ancho del salón.

 

Casa Batlló, de Gaudí, en Barcelona.

 

3. La Boquería
Un hito indispensable en todas las rutas modernistas en Barcelona es su tradicional mercado de La Boquería. Lo que muchos de los que se deleitan entre sus puestos no saben es que nación en tiempos medievales, como una plaza de abastos al aire libre –más o menos en su ubicación actual– en la que los agricultores del actual barrio del Raval vendían sus productos a los habitantes de la ciudad amurallada. El mercado actual se erigió en 1840 como una gran plaza porticada con columnas jónicas que acogía a los mercaderes ambulantes y no fue hasta 1914 cuando se instaló su característica cubierta metálica, diseñada por Miquel de Bergue.

 

Mercado de La Boquería, en Barcelona. / Foto: Cecil Lee

 

4. Cuatro gatos modernistas
Puestos a tomarnos un refrigerio modernista hay que adentrare en la estrecha calle Montsió y entrar en la popular cervecería modernista Els Quatre Gats, taberna por la que pasaron, comieron y bebieron referentes culturales y artísticos como Ramón Casas, Santiago Rusiñol o Pablo Picasso. Se fundó en 1897 en el bajo de la Casa Martí, de Puig i Cadafalch.

 

Interior de Els Quatre Gats, en Barcelona. Foto: J. Salmoral

 

5. Guapos y con placa
Además de la arquitectura de las casas modernistas, la ciudad está trufada de fascinantes botigas (tiendas) que han conservado, a pesar del discurrir de los años y del día a día del comercio, fachadas e incluso interiores modernistas. En reconocimiento a ellos, al Ayuntamiento de Barcelona decidió distinguir a estos locales desde 1993 con una placa conmemorativa por su aportación comercial, cultural e histórica a la ciudad. Estos distintivos, instalados en el asfalto, al pie de las puertas de entrada de estos locales, es el llamado sello Guapos per sempre, que reconoce la conservación del gran valor artístico de la decoración original que conservan muchos de ellos.

 

Foto: edomingo

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